
En un pequeño paraje nacía un grande del chamamé
El tiempo lo bautiza como “El señor del acordeón”
Montiel deja su paraje, y estrecha amistad con los eternos caballeros del chamamé: Emilio Chamorro y Ambrosio Miño, hasta unirse a Isaco Abitbol.
Junto a Abitbol urde el Cuarteto Santa Ana, fábrica chamamecera, jardín litoraleño, que produce obras como "General Madariaga", el chamamé "Ñatita", el valseado "Don Chirú" o los rasguidos dobles "Padrino Tito" y "Martínez Gutiérrez".
Ernesto Montiel, desnuda su acordeona por los arrabales porteños, conquista a la húmeda Reina del Plata, actuando en los carnavales, compartiendo escenario con la orquesta típica del maestro Carlos Di Sarli , cautivando a las radios de Buenos Aires, con sus brisas de Litoral
En 1969 el Cuarteo Santa Ana, de Ernesto Montiel, figura entre los mejores vendedores de discos
Ernesto Montiel vistió de gala a su verdulera, y subió su quejido litoraleño al escenario del Teatro Colón, ante la mirada del Presidente de la Nación y el príncipe de los Países Bajos.
Montiel fue bendecido por el Papa Paulo VI, por haber creado el "Villancico Correntino" y "Valsecito Navideño".
La música chamamecera tuvo su gran renovador en Ernesto Montiel. Así lo describe el poeta santafesino Diego Holzer: "Hombre muy simple, parco en palabras y peleador; tenía tres facones: uno en el auto, otro en el estuche del acordeón y el tercero en el cinto. Nadie tocó el acordeón como él; formó un conjunto, el "Santa Ana", por donde pasaron los mejores músicos y, al igual que Troilo, hacía lucir a los cantores. El chamamé es antes y después de Ernesto Montiel."
Ernesto Montiel incorporó el contrabajo a su conjunto y uniformó a los integrantes con ropas de gauchos a la usanza correntina, de esta manera animó peñas y festivales, se presentó en la televisión y hasta logró que sus grabaciones sean escuchadas en Nueva York
Según el devocionario chamamecero de Marily Morales Segovia:
”Ernesto Montiel desde muy joven tenía las plumas del cabureí y las guainas no se le resistían. El chamamé lo santificó cuando lo persiguió el Guasuncho Yara en Villa Nueva. Los Yaras se juntaron y le organizaron una chamameceada en medio del monte y no había carpincho, ni luciérnaga que no bailara.
¿Habrá sido la música de Ernesto Montiel una ofrenda a los caminos, la traducción de la acordeona de esos que llaman Tierra Sin Mal, la memoria del guaraní a orillas del Paraná, lo que salva al bracero y al cosechero en horas en que la vida se vuelve sudor, y sus corazones cansados sienten que queda lejos el mar?
LOCUCIÓN:
EDICIÓN ARTÍSTICA: CELSO MIÑO / ALEJANDRO CAROSELLA
TEXTO Y GUIÓN: PEDRO PATZER
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: MARCELO SIMÓN
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